Existen diversas leyendas, a ambos lados de la sierra, que se han unido en una sola a nuestro paso peregrino, camino a Santiago de Compostela, por la ruta madrileña.
Templarios enamorados de doncellas moras que penan sus amores eternos vagando por las noches serranas del Gudarrama sin encontrarse.
El trabajo monográico recopila y documenta estos legendarios relatos que adornan las crestas de la sierra madrileña y segoviana y los une en uno solo, en forma de romance.
LIBRO DIGITAL
PRECIO:
1 $, 0.68 €
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NÚMERO DE PÁGINAS:
31
CATEGORÍA:
Historia. Leyendas
ILUSTRACIONES:
ÍNDICE
Introducción
Romance
Notas
La Nueva Historia unificada
El Camino de Madrid a Santiago
La Leyenda de Casares
La Leyenda de la Cueva de la Mora
La Leyenda de la Dama Blanca
La Leyenda de la Mujer Muerta
Elementos Comunes
El palacio del Bosque
Bibliografía
Fotografías
Índice
AMORES DEL GUADARRAMA
De
las sierras del Guadarrama
que
parten la Castilla en dos,
me
contaron sendas leyendas
que
en una sola relataré yo.
De
los amores imposibles
corriendo
el mil doscientos dos,
entre
una bella, rica mora,
y
un pobre soldado de Dios. (1)
Don
Hugo, de Torrecaballeros
hacía
la ronda de su convento, (2)
cuando al pasar la Fuenfría,
en
la portilla, una escena le alarmó,
acercase
a ver un carro
con
la rueda rota en dos, (3)
sobre
el que lloraba sola,
una
joven, presa de desolación.
De sus
lágrimas
el frío
hacía perlas,
de sus
temblorosos labios
mudar el
color,
el
corazón le latía
lleno de
desesperación.
-¿Por
sacarla de esta quita,
que no
haría yo?.
-No
llores doncella,
no
tiembles bella flor,
-Que te
daré de mi capa, media,
para que
tomes calor. (4)
La montó
en su caballo
agarrada
ella en su pos,
mientras
bajaban la sierra
se
calentaba su amor.
-Espérame
mora bella
guárdame
mi corazón,
Que
pediré licencia en Francia (5)
me
tardaré un mes, o dos.
-¿Y si
mi padre me casara,
que es
lo que haría yo?
- No
temas, que licenciado,
a tu
padre en oro, daré razón. (6)
El
senescal de la Orden (7)
a su
casa de París se llegó,
más el
perdón de sus votos,
el Gran
Maestre aplazó,
pues en
Jerusalén se necesitaba
luchar
en nombre de Dios. (8)
Marignac,
en Venecia embarcó,
y de
Bizancio en tres años,
alejado
de su amada
de la
guerra no volvió.
Mientras
tanto, la dama mora,
lloraba
sin consolación,
pues su
padre quiere casarla,
con un
moro ya mayor.
Como
ella se negara,
en una
cueva la encerró,
hasta
que diera consentimiento
de la
boda, sin amor.
Cerca
del Manzanares,
entre
otros hay un canto, (9)
con una
cueva en su centro,
que su
acceso causa espanto.
Allí
murió de pena,
cansada
de esperar,
una mora
que dio nombre,
la
piedra, a la cueva y al lugar. (10)
Volvió a
la tierra de Casares, (11)
licenciado
aquel guerrero
recibiendo
la mala nueva,
de que
ya tiempo hacía,
que en
la cueva de una peña,
su amada
mora, de amor yacía.
La celda
de su amada
incesantemente
ha buscado,
y en
ella del mundo
para
siempre se ha retirado,
El
soldado monje, y caballero,
convertido
en ermitaño
Pero a
los pies de la montaña, (12)
el lugar
de la muerte, ha errado
Pero por
practicar el arte,
nigromante,
en revivirla (13)
el alma
del monje
a
eternidad fue condenada.
Y de las
puertas de cueva,
de
Balsaín a la Acebeda
durante
siglos su pena,
el
espectro ha cabalgado.
No muy
lejos, en la Pedriza,
por los
canchales vagando,
en las
noches de luna llena,
en alma,
ella está esperando
la
llegada de su errante,
caballero
y monje amado,
para
unir sus dos almas
en
eterno amor, sin pecado.
Aquí
acaban las leyendas
de la
dama Blanca y Mora,
de
aquella Mujer Muerta,
frente
al ausente monje templario.
Que en
mi Camino a la Tumba
del
Patrón, se me han topado, (14)
Y que
con mucho amor,
a las
cuatro y a los dos, he casado.
Y que si
al noble público
aquí
presenta ha gustado,
de estas
antiguas historias,
que
recogí, uní y he contado.
Después
de meditar poco,
en la
moraleja de este relato,
No
tengan la menor duda,
de al
juglar, llenar el plato.
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